Cartas de Odessa
Una carta de amor verdadera solo puede ser escrita con nuestra propia sangre
Juan José Garde
Los rusos y los ucranianos son más que hermanos, hermanos siameses para hablar con propiedad. Igual sucede con los españoles y los portugueses, habitantes de la misma casa, la Península Ibérica, y con todos los seres humanos viviendo juntos en un hogar llamado “Tierra”.
Cuando un hermano siamés muere, el otro no le puede sobrevivir porque su destino es unívoco. Por eso la guerra en Donbass es una herida abierta por la que sangra toda la humanidad. El día en el que el sonido de las ametralladoras sea sustituido por el Nocturno Opus 9, número 2 de Chopin, y el estruendo de las bombas, de paso al Impromptu número 3 de Schubert, la hermandad universal será un lazo tan fuerte que nadie podrá desatarlo, al igual que no es posible desgajar el sol, debilitarlo, fraccionarlo o dividirlo en miles de millones de velas encendidas, dispersas y perdidas en la oscura inmensidad, calentando la nada.
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